LOS PADRES Y SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO DEL NIÑO
Autor: Pablo Felix
Castañeda
La mejor inversión económica, social y humana más rentable en el
plano educativo para cualquier país, ciudad, comunidad o familia, es invertir en los primeros años de vida del
niño, estimulando precozmente el desarrollo de todas sus potencialidades:
motoras, intelectuales, sociales, afectivas, y otras.
Debe realizarse aprovechando ese crecimiento asombroso y
espectacular que tiene el cerebro del niño durante los 3 ó 4 primeros años de
vida, tiempo en el que vive y se relaciona básicamente con su familia y, en la
cual los padres, y fundamentalmente la madre, desempeñan un rol importantísimo.
Por eso es necesario que los
padres tengan una idea clara sobre sus funciones como los primeros protagonistas de la educación y
formación de su niño. A ellos les corresponde promover el logro de un mayor
y pronto desarrollo de las potencialidades del infante desde el primer día de
su vida.
El cerebro del niño es bastante activo desde el momento que nace
y, por tanto, va captando e integrando toda información proveniente de su
entorno próximo.
Investigadores desde la década de los 70’s sostienen al respecto,
que los pequeños bebés de tan sólo dos semanas ya suelen inquietarse y
mostrarse disconformes ante una situación que no "encaja" en su
"pequeño gran cerebro". Esto es una muestra evidente de que los bebés
son ya capaces de integrar la información recibida por sus sentidos a una
cortísima edad.
De allí que, desde el
momento que la madre toma en sus brazos el cuerpecito de su bebé y le mira,
habla, acaricia, besa, acuna, lo baña o le canta, le está procurando todo tipo
de variados estímulos que activarán sus sentidos, los mismos que ya son
coordinados y estructurados por su cerebro, hasta el punto de lograr
identificar a su madre por las formas de cogerlo en sus brazos, por su voz, por
sus caricias y, naturalmente, por la visión de su rostro.
Estudios referentes al lenguaje humano, muestran que desde los
primeros días del nacimiento, el bebé ya es particularmente sensible al lenguaje
de sus congéneres. Señalan que los sonidos
de los objetos, en distintos tonos, provocan
en el bebé aceleración cardíaca y respuestas motoras gruesas. En contraste,
las palabras humanas producen
desaceleración del ritmo cardíaco y respuestas motoras finas, no importa
que las palabras sean de hombre, de mujer o de niño; tampoco importa el idioma,
pues el solo hecho de ser palabras emitidas por voces humanas producen el efecto
indicado.
Obviamente la de la madre tiene para el niño un efecto y una
significación afectiva mucho más importante, ya que su voz y sus palabras son
reconfortantes, tranquilizadoras y equilibradoras. Es ante su voz y su rostro
que el recién nacido va aprendiendo a sonreír y a sentirse seguro y protegido.
Los besos, caricias, contacto de piel, miradas, sonrisas, gestos
diversos de la madre, son al mismo tiempo que un "caldo de cultivo"
para el desarrollo del lenguaje y la comunicación del bebé, un entorno
estimular generador de un mayor desarrollo neurológico, afectivo e intelectual.
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