domingo, 14 de febrero de 2010

El inicio

Fue en diciembre, un sábado muy temprano, la noche anterior había tenido contracciones y aunque no me daban para nada dolor, se hicieron cada vez mas frecuentes, y así el viernes a la media noche ingresaba a la maternidad, pasaron las horas y tal como me habían informado, sería una cesárea; y ni bien estaba amaneciendo, ya había lanzado el primer llanto, su llanto era fuerte, pero no agudo, parecía como si estuviera ronco y no dejaba de llorar, recuerdo la conmoción de mi padre cuando entre sus brazos lo sostuvo y con una especie de extrañeza lo miraba, tratando de encontrarle parecido y dijo: -No me dejaron nada!. y acto seguido me lo acerco, lo miré, le besé y sentí tantas cosas juntas, las lágrimas brotaron, era una emoción tan grande que no sabría como explicar, tuve una gran dicha de por fin conocerle, pero al mismo tiempo me invadió una gran angustia, de pronto supe que todas mis sospechas eran reales, algo no esta tan bien.




Durante todo el embarazo siempre tuve este extraño presentimiento que Daniel, no sería un niño como los demás, sabía que venía enfermo, tenía sueños horribles donde lo veía nacer sin alguna extremidad, o que desaparecía de mis brazos. Y también me llamaba tanto la atención que al caminar por la calle los perros y los gatos se paraban al lado mio y me observaban la panza atentamente, no tuve ascos ni mareos pero perdí el apetito, ningún alimento me parecía lo suficientemente delicioso como para comerlo; comía porque tenía que comer para alimentarnos a ambos y vaya que yo soy de buen comer! Y una vez Daniel nacido, recuperé en automático mi sano apetito. Todos me decían que todo eso era normal en una embarazada, el creer que el niño no viene sano, que si le faltará algún miembro, tendrá algún defecto congénito, y también que se piense que todos son más amables con uno porque se está en estado, etc. quizá sí, y tienen razón, pero no podía dejar de pensarlo y es que de hecho a la fecha no estoy convencida que toda esa ansiedad fuera algo "normal". Y después todo tuvo sentido:
Fue un parto común, no hubo ningún evento que resaltar, Apgar 9.8, peso de 2,600 kgs era pequeño pero dentro del rango aceptable, así que quise convencerme de que todo eran figuraciones mías, aunque le observaba y veía su rostro tan diferente al de otros bebes recién nacidos, tenía mucha piel y se veía arrugado, amoratado, aunque sus signos vitales eran normales. La primera madrugada, tuvo catarro y pensé: será el invierno y así mientras pasaba el primer mes observaba que era un pequeño muy llorón, y no se lograba ajustar a un horario de comidas como me habían contado que sería: comer cada 3 horas, cambiar pañal y dormir, y de nuevo se repetiría el ciclo. No, no, esté bebé comía 5 mins, se dormía 15 y despertaba a llorar 25 mins. y se repetía, lo estimulaba para que no se durmiera mientras comía y pudiera tener un descanso mas largo y no sucedía, invariablemente, Daniel se quedaba dormido y si acaso me llegaba a mover o alejar de él, lloraba a todo pulmón sin cesar. No entendía bien porque, si estaba limpio del pañal, tenía comida, esta bañado, masajeado, cubierto y todo listo nada más para que se dejara ir al mundo de los sueños pero simplemente no sucedia nunca por periodos más allá de los 50 mins. Entre todo este llanto, había que estimularlo para que evacuara, porque se le inflaba mucho la barriga y por más esfuerzo que hiciera, el solo no podía hacerlo. Y se le saltaba mucho el ombligo, aún no se le metía por más fajado que estuviera, además en las ingles, le habían brotado unas bolitas, que se evidenciaban más con cada llanto. Y justó al mes de haber nacido: cirugía de hernias umbilicales e inguinales. Todo salió bien y pensé que esta sería la solución a su mal dormir, pero tampoco sucedió y la mala rutina de alimentación, irritabilidad constante y dificultad para conciliar el sueño, continúo solo que ahora mientras más crecía más tiempo permanecía despierto y lográbamos juguetear con el en sus periodos de calma.

Algo que llamaba mucho la atención es que sostenía muy bien la cabeza y parecía como querer inclinarse a buscar algo en el horizonte, y balbuceaba mucho, todos me decían que sería muy platicador que aprendería rápido a hablar. Mi madre fue un pilar fundamental en su desarrollo, ella, lo adopto casi como hijo propio y dispuso mucho de su tiempo a jugar con él, le aplaudía, le daba masajes, le estimulaba a levantar la cabeza, incluso, lo ponía a caminar sin siquiera haber cumplido los 3 meses. Todo esto, que era un juego, sin saberlo sería de gran ayuda para Daniel, más adelante, cuando al cumplir 9 meses nos diagnosticarían que tenía una afección cardíaca llamada Estenosis supravalvular Aortica y con ella la posterior confirmación del Síndrome de Williams.

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